Una cosa es una vivienda y otra una vivienda con ciertos extras que pueden facilitar (y mucho) su comercialización en el mercado inmobiliario. Se trata de zonas comunes que aportan bienestar y calidad de vida a los vecinos y que suponen un plus especialmente atractivo para cualquier posible comprador. Elementos exclusivos como piscinas en las azoteas, jardines al estilo zen, salas de cine o espacios de ocio equipados a la perfección, se convierten en piezas clave que, prácticamente, garantizan la venta de este tipo de inmuebles.
Puede que como resultado de la pandemia o simplemente porque cada vez se apuesta más por el well being en todas sus dimensiones, pero el creciente interés por vivir en edificios con espacios para disfrutar el tiempo libre y el ocio sin desplazarse es más que palpable. Y es que, cada vez más, se buscan hogares que, además de unos interiores funcionales, confortables y estéticos, ofrezcan la posibilidad de aprovechar el exterior in situ. De ahí que las zonas verdes, los parques infantiles o las piscinas comunitarias se hayan convertido en áreas de gran valor, sobre todo para los compradores en zonas sin costa.
Y toda esta fascinación tiene una traducción económica muy clara. De hecho, disponer o no de este tipo de espacios comunes puede suponer, dependiendo de la ubicación, un incremento del precio de hasta el 20% y el 30%. Un aumento que suele producirse con más frecuencia en los nuevos inmuebles ya que suelen ser más grandes y tienen, por lo general, más servicios comunitarios que los de segunda mano y localizados en los núcleos urbanos.
En cuanto a las prioridades, se distingue una clara predilección por las zonas ajardinadas, que parecen constituir la “joya de la corona” de las urbanizaciones. Les siguen los cuartos para bicicletas, parques infantiles exteriores, piscinas comunitarias, salas de estudio o de co-working e incluso solariums. Pero no se quedan muy atrás otros servicios como las salas de juegos o de celebraciones, trasteros, huertos, gimnasios o cines privados. Y todo lo que suma a la calidad de vida, también acaba redundando en el precio final. Pero ese aumento del precio termina siendo, en cierto modo, un ahorro a largo plazo ya que evita el pago de cuotas externas en sociedades deportivas, de recreo y ocio fuera de la comunidad.
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Fuente: elpais.com